martes, 8 de abril de 2008

Vida y obra de Ángel Thompson.

Una biografía a manos de Federico Pérez Verol y Marco P. González.

Sin duda alguna, introducirse en la trayectoria artística de Angel Thompson resulta una experiencia deslumbrante y sugestiva. Su obra, inasiblemente ignorada por la crítica y muy celebrada por familiares, representa una de las más importantes influencias del arte dramático de los últimos tiempos.
Aún hoy, luego de su deceso -a causa de una fulminante dispepsia evocamos aquella tarde de mayo en que lo conocimos en un café de la calle Corrientes.

Nacido un 24 de agosto de 1945 en el barrio de Balvanera, Angel Thompson contaba por aquél entonces 51 años de edad y 20 dentro del mundo de la actuación. Hombre de características mondas y de capital aspecto pelirrojo, Thompson mantuvo siempre su voz grave y cuajosa, proveniente de su labor de catador full-time en una factoría de bebidas carbónicas.
Relatábanos con su habitual sencillez por aquellos años: "siempre sentí que tenía una fuerte vocación para la actuación”, o bien, “nunca quise estudiar para no perder la originalidad. Espero la oportunidad de mi vida”.
Integrante de la Compañía actoral de la E.C.P.D.B.N.T.[1], entre sus más destacados papeles teatrales aparecen el de un extrovertido árbol en “Hamlet” o su voz en off en “Shhh”, como actor invitado del grupo de mimos de la planta de distribución.
Ferviente admirador del método de Stanislavsky, Thompson se presenta por vez primera a una prueba actoral en busca de una participación como doble del actor Miguel Angel Solá en un largometraje dirigido por Aaron Bouchard. Es así como el día fijado Thompson presenta su atrayente unipersonal: “Miguel Angel Solá y remeramedioponer”, mediante el cual lograra un importante parecido al anteriormente citado en una situación análoga.
Ante el rotundo rechazo por parte del staff (dicha situación de remeramedioponer no se presentaba durante el filme), Angel Thompson da claras muestras de su entereza y; no sólo no se deja subyugar; sino que decide adoptar el nombre artístico de “A. Thhompson” y jugar su carta más valiosa.
Nos consta que por aquellos días, el Primer Asistente de Dirección refería de esta manera la situación allí acaecida: "en el fragor de las pruebas el nombre de Angel Johnson Jr. quedó en el olvido, hasta que el día 14 de junio de 1977, 350 postulantes después, tomé una solicitud y leí su nombre a viva voz (tengo un interesante registro): -¡Johnson!- sin recibir respuesta alguna a mi llamado. La tercera vez que lo nombré; ya a punto de desistir; comenzamos a escuchar un débil chirrido...”. (A partir de aquí tomamos el hilo del relato, con la intención de otorgar un carácter más literario y de sintetizar el viciado relato del Asistente). Ante los ojos de los allí presentes, una mesa con rueditas ingresaba al estudio, se detenía al golpear contra una de las paredes, y una misiva se deslizaba por debajo del mantel. En ella se anunciaba la presencia de la más ilustrada representación de Miguel Angel Solá, jactándose de ser su mejor doble en el momento en que éste se encontrara debajo de una mesa.
Meses más tarde, durante un sabroso coloquio mantenido con Thompson en el cafetín Bayern (léase Baviera) éste calificaría como la mejor su interpretación realizada en el filme: “El día que René vió la luz, renegó”. Sin embargo, una gloriosa interpretación tuvo su parte negativa: fue encasillado en el papel de mesa. Si bien dicho encasillamiento le aproximó una serie de nuevos trabajos, ninguno de ellos alcanzaría ribetes de excelencia como los de “El día…”. Quizás, a nuestro juicio, su única actuación postrera comparable fuese la del filme “Ñll, el carismático hombre de las cavernas”, en la que Thompson encarnara al antagonista de “Ñll” en la celebrada escena final de su muerte a manos de la accidental e innecesaria caída de una roca sobre su cabeza (Premio del Jurado al mejor maquillaje en el “V Festival de Cine de Río Cuarto”: colosal labor de Aníbal S. Transformando a nuestra célebre mesa en una creíble y riesgosa roca rodante).
Para finalizar dicha reseña sólo nos resta remitirnos a aquél gran creador de misceláneas; Jorge Luis Borges; quién se refiriera de la siguiente manera al exquisito histrión en un escrito incluido en su obra Nuevas Inquisiciones: "como Brando, como Welles, como Penn, Thhompson es de aquellos venturosos que pueden prescindir de la aprobación de la crítica y aún, a veces, de la del público, pues el agrado que nos proporciona su trato es irresistible y constante”.

[1] “Etiquetadores y catadores de productos de desecho de bajo nivel tóxico”, sección que se jactaba de poseer la 3° compañía en importancia de la planta de producción.

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