lunes, 26 de noviembre de 2012

Notificación.

Este blog NO ha sido abandonado por sus dueños. Reitero: NO ha sido abandonado por sus dueños. Simplemente estábamos probando su perseverancia y consecuencia para con sus autores. Sepa que si Ud. está leyendo esto es porque viene aprobando. Lo felicitamos.

viernes, 6 de abril de 2012

LA Historia de la Mafia (Nuevo colaborador, Almirante Marcos Badino)



Hace ya millones de años, en la prehistoria, en la época de los dinosaurios vivían unos simios de la más antigua mafia de todos los tiempos: “Los Santa María de los Milagros”. Extorsionaban a los dinosaurios para conseguir comida para alimentarse, seguro estarán pensando: “¿Cómo grandes dinosaurios les temerían a unos monos?”, pues la cuestión mis queridos lectores es que los simios los amenazaban con su peor miedo……… EL DADO……....  Seguro se preguntarán porque los dados, pues déjenme decirles que paren de preguntarse cosas porque no soy una enciclopedia, aunque eso si lo sé. La razón de su tan extraño temor a los dados es que en las épocas anteriores a la prehistoria (la pre-prehistoria) los dados eran seres vivientes asesinos, se ponían debajo de los pies de los dinosaurios para lastimarlos y luego los atragantaban metiéndose dentro de sus gargantas. Por supuesto los Santa María de los Milagros no eran la única monafia (mafia de monos), también estaban los “Amoníacos”, los “Orton” y los “Getaways”.
Voy a dedicar mi valioso tiempo para explicar cada uno de sus grupos comenzando por los  Santa María de los Milagros. Ellos son los mas viejos y los más débiles, aunque se destacan por su armamento, son capaces de derribar 3 edificios de dos piedrazos, por supuesto en aquella época no había edificios, por lo tanto lo utilizaban para extorsionar a los pobres dinosaurios, además de los famosos dados.
Por otro lado tenemos a los Amoníacos, son los típicos monos que se ocupan más en planchar la ropa que en hacer los negocios, pero tenían exelentes dados y en gran cantidad. Eran conocidos por utilizar de a cuatro o cinco dados al mismo tiempo para asesinar a los tiranosaurios rex que se negaban a pagarles la cuenta que debían por más de tres semanas. Disfrutaban torturar a los dinosaurios con dados por diversión.
También tenemos a los Orton, son los mejores es los negocios, pero tienen escasez de armamento y son algo cobardes, pero el que le debiera dinero a los Orton no viviría un día más. Ellos eran totalmente estrictos con ese tema, lo que se pedía se devolvía pronto y con muchos intereses. Nadie les pedía préstamos a los Orton debido a eso, sino a los Getaways. Los Getaways daban hasta 5 meses y medio para devolver el dinero y se tardaban más de la fecha estipulada para devolver la comida comenzaban los intereses. Los Getaways eran los más respetados, porque nunca se manchaban las manos ni mandaban hombres para hacerlo. Solo hacían préstamos y algunas extorsiones, pero no más que exprimir a los mayores canallas que hubiera.
Un día las monafias decidieron formar un acuerdo para aumentar las ganancias, cada monafia hacía una propuesta y la más votada sería la usada. Las propuestas variaron bastante, hubo raras, estúpidas, interesantes, viles, pacíficas, etc. Pero todo terminó en un simple desacuerdo, cada uno tenía su propia manera de hacer su trabajo. Así que se despidieron y continuaron su vida tal como antes. Miles de años después se extinguieron las monafias.
                  Así comenzó una era totalmente diferente, en esa época los extorsionados eran los monos. Para esta época (3000 ac) los mafiosos eran los pre-mafiosos y los monos debían entregar sus bananas a los primitivos y descerebrados humanos. Esta vez la forma de extorsión era peor y más dolorosa, porque los torturaban con arrancarle las uñas una por una a cada mono que se rehusara a pagar. En esa época todos los pre-mafiosos estaban unidos en una gran cosa nostra, todos hacían lo mismo y todos cobraban lo mismo, hasta que un día el padrino (cabecilla y jefe de la mafia) decidió exprimir más y más a los monos hasta que se hicieron millonarios y los monos quebraron. Ahí fue cuando los monos se revelaron contra los humanos y terminaron peor de lo que estaban, los hombres crearon las jaulas y encerraron a los monos. Crearon zoológicos y cárceles, donde metían a los que no cumplieran el reglamento exigido por la mafia.






Luego del nacimiento de Cristo la mafia desapareció, pero volvió 1930 años después, en Italia, en Sicilia, en Castalamare del Golfo. Los Barzini, los Stracci, los Cuneo, los Corleone y los Tattaglia. Ahí fue cuando se comenzó la mafia actual que fue progresando y pasando a Rusia, China, Colombia y diversos países de América y Europa. Hoy en 2012 nuestro mundo es lo que es, un redondel gigante con mafia, grupos delictivos, prostitución, ventas ilegales de armas y drogas, mercado negro, robos, homicidios, adulterio, allanamiento, corrupción y desacato por la ley. Aunque por supuesto eso no es todo, hay gente solidaria y generosa, caballerosa, etc. Pero no son más del 20% del condenado mundo donde vivimos, respiramos, comemos y nos reproducimos. Mi nombre es Marcos Badino y este cuento lo dedico a Candela Giacopuzzi, no por relación a la historia, sino por su petición de conocer mis escrituras.

Marcos Badino

domingo, 14 de noviembre de 2010

Vicisitudes de un profesional de la Salud

El Doctor Marco Pedro Gózales de los Gonzáles miró el reloj en su blackberry, hacía quizás un año que ya no buscaba la hora en su reloj habitual de pared. Un conocido paciente luchaba por encontrar la manga izquierda de su pullover con movimientos convulsos. Sacó su estetoscopio con cara de preocupación y lo dejó sobre una mesita con más instrumental. En la pantalla del amigable smartphone titiló un pequeño ícono con forma de carta y luego fue otro, y luego otro más. Los mensajes no dejaban de llegar. “Por fin se les dio” opinaba un tal Rubén, el pincha. O: “Felicitaciones por la Sudamericana, a ver si algún día ganan una copa de verdad”, firmaba Mario.
Una voz surgió del pullover cada vez más enrevesado: ¿Qué me dice Doc?, voy a andar bien, ¿no?
El doctor, ahora tipeando un mensaje frenéticamente con sus dos pulgares, con la lengua afuera y una sonrisa venenosa, musitó “ahá” sin siquiera mirar a su paciente, refugiado en la privacidad que le brindaba el bendito pullover. Luego, guardó su teléfono y miró a su paciente con una cara de alegría y satisfacción pocas veces vista en un neurocirujano. Mientras las vibraciones de más y más mensajes que llegaban a su entrepierna incentivaban el éxtasis y promovían una pasión que subía por su pecho y que ya casi se hacía incontenible. Le dio la mano apresuradamente (la izquierda, porque la derecha aun no había encontrado su camino fuera de la manga), y lo acompaño a la puerta de su consultorio, asintiendo a todo lo que su paciente decía y cerró la puerta tras de él. Afuera sonaban algunos bocinazos anunciando el campeonato. Cerró la puerta y por fin explotó en un festejó haciendo volar de una patada la mesita al grito de.: “¡¡¡Vamos el Rojo la reconcha de tu madre carajo!!!”
Se recostó en su camilla agotado y comenzó a responder los mensajes de texto, la mayoría con insultos, pero con una enorme sonrisa en la boca. Poco a poco se fueron calmando las aguas de la euforia. Ya no llegaban mensajes. Se disponía a dejar su teléfono cuando, revisando, encontró un mensaje que le había enviado el paciente que acababa de retirarse: “Doc, no se alarme, me acaba de pasar un 34 por encima. Mal no me siento, sólo quiero que me revise”.  El Doctor Marco Pedro Gózales de los Gonzáles se incorporó como un resorte sobre su camilla y repasó con su mente la rutina con la que había revisado a su último paciente y notó que había olvidado decirle algo importante.
Pensó en llamarlo, pero sus años de experiencia le permitieron poner adelante la humanidad a la fría profesión: y mientras levantaba la mesita destartalada, el estetoscopio, el medidor de presión y otros enseres, secó su transpiración y pensó que no era buen momento para decirle a un hincha de boca, que además de haber perdido un campeonato, estaba muerto y ni se había dado cuenta.

sábado, 30 de octubre de 2010

Vicisitudes de un artista.

La primera vez que el artista Federico González Veról tuvo acceso a una cámara, comprendió instantáneamente de qué iba eso de "filmar cosas". Según González Veról, la mirada en un instante no equivalía a la verdadera aprehensión de los objetos. La cámara era más una pregunta que se dirigía hacia aquello que no hablaba, que no se movía; que una respuesta a un impulso interno que lo excedía y pretendía contactarse con el afuera. González Veról no era un exégeta de la realidad, sino un mero perpetuador del misterio del mundo: con su cámara no descifraba los enrevesados círculos mundanos, sino que mas bien planteaba preguntas tejidas con imágenes. La lente amplificaba su espacio y permitía la aparición de un tiempo en el que las condiciones para la experiencia se veían trastocadas. González Veról no intentaba ser un escéptico, ni un postmoderno; mucho menos un esteticista del ahí-afuera. Tampoco se reconocía como místico ni como hincha de Banfield: González Veról era más bien uno de esos hombres que juegan con el "más allá" de los objetos. Cineasta, fotógrafo, pintor, músico y fenomenólogo aficionado; nos interroga con sus obras a la vez que nos permite asombrarnos con un mundo que antes creíamos estático y decepcionante. Su postura nunca fue la de un sujeto primordial del cuál parte una pura sensorialidad en dirección desconocida, sino la de aquél que se sabe conocedor del secreto de las figuras, del que le da un carácter nuevo a la experiencia, sin nada predefinido. Al igual que en Husserl, en González Veról la conciencia es intencionalidad; es el ser que interpela al mundo-cuadro-partitura-cuaderno en una batalla disímil en la que siempre él es el triunfador. Por eso nos duele tanto su partida, su desaparición en un halo de misterio que subyuga. No alcanzamos a comprender el por qué de su alejamiento, de su pasaje a una realidad tan efímera como la de la tierra mojada. Algunos creen que no se trató mas que de una re-invención de sus cualidades; otros, mucho más nihilistas, simplemente lo atribuyen a la pésima suerte de la que fue presa al cruzar Av. Juan B. Justo en el preciso instante en que cambiaba el semáforo a rojo. Yo, admirador, amigo y discípulo del maestro González Veról, mas bien responsabilizo a la línea 34 y, más particularmente, al chofer Edgardo Manuel García, que circulaba en sentido del bajo a 80 km/h.

sábado, 12 de junio de 2010

Hallan a sobrino de Batman en coma alcohólico a la salida de una Boite

Marcelo "El Bati" Mastrangelo, como es conocido en el barrio el sobrino del afamado Batman, fue hallado alrededor de las 9am por un paseador de perros este lunes 25 de mayo en un "Evidente estado de inconcistencia cognitiva y comosis alcohólicae", según indicó la autoridad médica a cargo del patrullaje de la distinguida zona de Alto las Núñez. Según palabras de su propio padre, El Bati suele concurrir asiduamente a bares y cabarets de la zona "a veces más veces que días tiene la semana", lo que parece delinear una personalidad un poco más compleja que la de un simple superhéroe devaluado. EL Bati se recupera hoy en día en el Sanatorio de Nuestra Señora de la Boludéz, en Pilar.

jueves, 31 de diciembre de 2009

Blanco.

cuando el blanco
del papel
se traslada
y es imagen
y los ideogramas
se escapan
y pierden su sentido

cuando el blanco
de la idea
se funde
y se aísla

escribo

porque es
lo que sé
(hacer)

jueves, 19 de noviembre de 2009

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Un chiste

Apareció una noche
Como en un fugaz encuentro bajo la lluvia
Una marcha de hormigas atiborradas de esperanzas
Encadenadas al futuro
Olemos los pasos del payador
Simulador infame y descolorido
Atormentándonos con su canción
La maestría está en la corteza
Todo lo que subyace es triunfo
Pero reflejo del mismo sueño
Pero reflejo del mismo sueño
Pero reflejo del mismo sueño

viernes, 11 de septiembre de 2009

¿Los delincuentes siguen prefiriendo a ciudadanos de "elite"?











Antes eran los Ingenieros, ahora la delincuencia tiene en la mira a otro grupo de "alta gama social": Los Jedis. En la foto se observan los restos de 2 espadas Jedi. Los cuerpos de los dos guerreros intergalácticos fueron hallados sin vida hoy después del mediodía en Monroe y Crámer, en pleno barrio de Villa Urquiza. Aunque fue rápidamente desmentido por la AJA (Asociación Jedi Argentina), una versión que aun circula off reccord indica que ambos guerreros NO HABRIAN SIDO VICTIMAS DE LA DELINCUENCIA, sino que habrían sufrido un "accidente mutuo", debido a su escasa experiencia en el uso del sable láser: los recién egresados habrían desenvainado sus sables para impresionar a un par de jovencitas en horas de la tarde y a plana luz del dia. Sgun los trascendidos, los guerreros se habrian propinado cortes mortales mutuos y simultáneos al realizar una rutina combinada. Afirman también que como ya es habitual en nuestro país, los Jedi habrían actuado bajo los efectos de algún fuerte narcótico.

lunes, 24 de agosto de 2009

Scioli tiene razón.



Una vez más la postal reiterada, esta vez en La Boca: dos púberes yacen inconscientes en la vía púbica a metros de "Caminito". Fue el domingo por la mañana luego del cierre de los boliches. Informaciones extraoficiales aseguraron que ambos jóvenes ingresaron al nosocomio de agudos Ulises Dumont horas más tarde en coma alcohólico grado 8, por lo cual los automotores de los progenitores fueron retenidos y mandados a marzo en sintonía con la reglamentación recientemente implementada como Scoring.com.
"Es la primera vez que nos pasa, no se lo deseo a nadie", reconoció la madre de Hugo, el depositario (izquierda en la foto). La compungida madre trabaja de changuito en un supermercado Líder a sólo 30 cmts del lugar del hecho.
¿Es hora de cambiar rueditas por Botas en la Argentina?

martes, 18 de agosto de 2009

Living.

Al principio me pareció normal: la mesa en el centro, las banquetas al fondo, el sillón de cuero blanco enfrentado a la mesa y la poltrona Miller encabezando al grupo. Las bibliotecas, 3 negras y una blanca a la entrada; dos negras al otro lado de la mesa. Entre las dos bibliotecas negras de la derecha, el reloj digital con horas de las diferentes capitales del mundo custodiando una planta morada con tres hojas verdes en su pequeña maceta de cemento, y enfrentando a un cuadro erótico de T. Ungerer. Junto a la puerta, el espejo y la mesa de entrada; bien al fondo, la lámpara de pie con una bombita de 75W.
No solo me pareció normal, también me pareció adecuado. Al fin y al cabo el responsable de esa disposición del mobiliario había sido yo mismo. El grupo se mostraba sólido, con una presencia fuerte pero sin tender al agobio visual. Las líneas de los muebles coincidían en sus curvas al pasar la vista de uno al otro. La coherencia de materiales era innegable: cuero, madera, vidrio, tela, papel y acero se intercalaban y copulaban a lo largo del cuarto bien iluminado. El clima: exacto, agradable resultado de las corrientes de aire dirigidas por entre los muebles desde más allá del comedor.
Como a todo obsesivo del orden ese equilibrio me atemperaba. Se supone que los lugares que controlamos mentalmente son aquellos que nos defienden de nuestras inquietudes. Lo cierto es que al llegar del exterior sentía la palpable quietud de los muebles como algo preciso y seguro. Una especie de escenario en el que todos los actores cumplían al unísono su papel sin fisuras.
Con el paso de los días, sin embargo, noté que los actos se repetían invariablemente. Día y noche la mesa se mantenía en concordancia con las banquetas casi con una displicencia que, en un inicio, ingenuamente atribuí a sus limitadas estructuras. Fueron las bibliotecas las que me persuadieron del error: la abulia no tenía una relación directa con la complejidad cultural de los integrantes del living, sino que se había apoderado de todo el ambiente de una manera lenta pero precisa. Ahora mis llegadas se veían seguidas de una inspección ocular inmediata y general que buscaba en vano un movimiento secreto, algún deslizamiento imperceptible para el ojo no entrenado. Todo era en vano, ningún indicio me permitía afirmar la posibilidad de un cambio durante mi ausencia, de alguna rebeldía de los materiales.
El living era el negativo de un mundo exterior positivamente díscolo e inconquistable. Frente a la extrema libertad del caos, la ofensiva rutina del grupo mobiliario era una afrenta que no podía consentir ni sostener. Entendí enseguida que se trataba de un acto racional y calculado. La quietud, el aire detenido sobre los muebles frente a cada incursión mía, no eran más que una muestra del cinismo con que una lámpara, un cuadro y un sillón se vengaban de su demiurgo. Conocedores de la fina línea que separa a las obsesiones de la locura más productiva, los muebles sostenían una lucha que diluía mis más ridículos intentos por sorprenderlos en acción. Abrir la puerta y encontrar a la maceta sobre la mesa de cuero hubiese significado un éxtasis, una brutal confirmación de lo azaroso del mundo. El reloj junto al espejo negarían inmediatamente la posibilidad de un destino predeterminado de la humanidad.
Poco podía suponer que la situación empeoraría. La inmovilidad del living se volvía cada vez más agresiva. Llegué incluso a suponer que la biblioteca blanca estaba aún más ordenada de lo que yo mismo hubiera logrado. Sin embargo, esto no implicaba un cambio de situación, sino que era un orden exactamente igual al que yo había dispuesto, pero tan exactamente igual que representaba la plenitud del orden mismo. Esto me perturbó. La sola posibilidad de que el orden que yo había establecido hubiese sido apropiado por los muebles me pareció asfixiante.
Empecé por la lámpara. Quizás haya sido su fragilidad de chapa y vidrio lo que la transformó en mi primera víctima. Para llevar a cabo mi nueva obra, preferí usar un elemento contundente que proviniera de la cocina: no quería que ningún integrante del grupo del living fuera el emisario de mi mensaje de violencia y destrucción. Con el primer golpe de bandeja rompí la carcaza de tela y la bombita de 75W. Le siguieron el reloj, el espejo y la maceta con la planta morada de las tres hojas verdes. Las cuatro bibliotecas de la entrada cayeron como un dominó en un estrépito de libros y adornos. Sentí especial regocijo al ver a la última de ellas, la blanca e imperturbable, desarmarse contra el sillón de cuero también blanco. No recuerdo qué pasó después. Sí sé que constaté, entre desconcertado y extasiado, la desolación que me rodeaba. Todo era nuevo, sentía al espacio entre los muebles otra vez en movimiento. El aire volvía a fluir entre ellos, las líneas modificadas permitían a la mirada un nuevo camino.
Al otro día hice una limpieza radical del lugar. Tiré los muebles en peor estado y regalé alguno que todavía podía ser reparado. Descubrí nuevamente el brillo del piso de madera, la blancura de las paredes, las formas que la luz del sol crea sobre el cielorraso después del mediodía. Sin embargo hoy, al entrar a casa después del trabajo, percibí el mismo eco de estos últimos días. Inconmovible, sin modulaciones en el tono, rebotando de la misma manera contra las mismas paredes impolutas, quietas.
"Este living me está cagando la vida", pensé.
Y me metí en la cocina y cerré la puerta.

domingo, 19 de julio de 2009

Delito y justicia en Villa Urquiza.


Final y Muerte: Los tres Cacos yacen abatidos por la Policía en su propio charco de sangre. Panorama habitual para Vecinos de Villa Urquiza.

Como en aquel cuento "El Peatón", de Ray Bradbury, en el cual se plantea la posibilidad de una sociedad en la que la automatización y el autismo del ciudadano promedio han llegado a un límite tal que el simple hecho de caminar es tomado como un delito, aquí en Villa Urquiza a nosotros, los Vecinos, nos está vedado el caminar con libertad. Pero en nuestro caso, el ente represor no es El Estado como en el citado cuento, sino que lo son Los Delincuentes.
En una respetable como excepcional acción, la Policía Federal Sargentina ha cumplido con su deber al reducir, golpear y luego abatir a tres delincuentes que merodeaban la zona "con aparentes intereses delicto-homicidas en sus miradas", según subrayó el Subcomisario Jorge Amor Franeletti la tarde pasada mientras festejaba con su familia en el "Pancho 46", de Boulogne.
"Al menos ahora, -continúa el comisario- los Vecinos podemos tachar tres preocupaciones de nuestra lista a la hora de disfrutar de nuestro espacio púbico".
Asimismo, a pesar de ocultar su identidad tras un enorme helecho con el que recorre la zona en busca de justicia, un ciudadano de la zona, apodado Sr." X" declaró: "no eran chorros, eran tres pibes del interior que habían venido a probar suerte en Huracán, pero que les había ido mal y terminaron laburando en la Industria de la Construcción, de hecho-, afirma con lágrimas en los ojos, - si mirás bien, los muchachos tienen hasta la remera de Loma Negra puestas, es una injusticia", se quiebra.
Dios lo ayude, pienso. Puede ser un día triste para unos, pero nadie puede negar que hoy la Ciudad es al menos un poco mas segura.


Juan Carlos Carlos, diario zonal "Dios hace felíz a quien no tiene dientes"

lunes, 15 de junio de 2009

Pandemia Habemus.

Finalmente, luego de tanto esperar se nos dio. Tenemos nuestra propia PANDEMIA. Qué lindo suena, casi a alarma nuclear. Por fin, la sociedad global y la nuestra en particular puede hacer carne, hacer posible al menos en la materealidad mediática esos miedos que tanto necesitamos. Parece ser, Señora, que no hay que esperar más para que se cumpla la profesía. Esa tremenda angustia de esperar a que el mundo explote, mientras baldea la vereda usando cientos de miles de litros de agua potable, finalmente llega al final.
Ahora sí, gracias a dios ya no hay que preocuparse por salvar ningún planeta. Ya sabemos que está perdido. Está escrito. Siempre sospechamos que no había nada que hacer, que el cambio necesario es demasiado. Y Ud. estaba decidida a hacerlo, pero tarde o temprano siempre se encuentra alguno que se caga en todo y arruina los esfuerzos que pretendíamos realizar.
BASTA de esfuerzos individuales, llegó el momento de la internet, de el monoidioma, de la globalización, y de la tan esperada destrucción de esta especie con fecha de vencimiento.

jueves, 21 de mayo de 2009

La realidad y Carlitos.

Carlitos abre los ojos y lo primero que ve es el cielorraso de su habitación. Blanco, blanquísimo, sin nada que ofrecer. En realidad Carlitos ve pero no ve, no hay nada que ver en ese blanco inmaculado. Inmaculado y puro, como la superiora del colegio, la Madre Nora, a la que había escuchado gritar en la dirección que ella era “casta, pura, inmaculada”, y que no quería volver a escuchar una sola palabra más acerca del portero, don Alberto. Así está Carlitos, mirando el casto cielorraso y tratando de cazar alguna de las simetrías de la vida. Pensándolo bien, no sabe qué quiere decir “simetrías" exactamente. Pero Carlitos ya no piensa más en estas cosas, sino en el Nesquik de la mañana. El Nesquik no es blanco, piensa un animado Carlitos, ni siquiera al agregarle azúcar y leche, tan inmaculados los dos como el cielorraso. Pensar en el Nesquik pone a Carlitos de buen humor. Pero ahora vemos como Carlitos deja sus ojos quietos, en el borde mismo de la convulsion, y entiende de inmediato que ánimo y humor son sinónimos, pero que mientras uno habla del alma el otro habla de líquidos ancestrales, líquidos que los griegos relacionaron con los estados de ánimo. Pero Carlitos no se siente ahora ni flemático, ni colérico, ni sanguíneo ni nada: Carlitos está aburrido. La vida es un momento de aburrimiento entre dos aventuras desconocidas, razona Carlitos mientras un montón de dudas atraviesan el cuarto hasta la almohada con la imagen de Bob Esponja y se escurren entre las circinvoluciones de su cerebro en desarrollo. ¿Cómo despejar tantas incógnitas, tantas x de ecuaciones casi incalculables?, se lamenta Carlitos mientras se levanta y se saca el pijama. Don Roque va a saber ayudarme, se recomienda mientras cuenta las monedas para sus mogul. Porque Carlitos -como todo el mundo- sabe bien que la verdad tiene un lugar: el kiosko de la otra cuadra, donde hoy seguro que no se fía.

lunes, 4 de mayo de 2009

Primera aparición pública de los Autores del Blog.


En esta fotografía podemos ver a los Autores de este Blog, expuestos frente a la cámara por primera vez. A su lado, dos jovencitas cuchichean tímidas ante la presencia de las eminencias.

Lunes, 8:45 AM.

-¿Es la Realidad, éso que hace arder la piel cuando uno transita estas calles?-, le preguntó el joven con unos ojos azules enormes a Roque, mientras éste le entregaba el paquete de gomitas Mogul y dos monedas de vuelto. El muchacho guardó las monedas en un bolsillo muy chiquito dentro del bolsillo derecho de sus jeans con cierta dificultad mientras esperaba la respuesta. -Volá de acá porque te parto la cabeza de un fierrazo, la concha de tu madre-, dijo Roque sin mirarlo ni variar el tono de voz.
Y con un ágil salto, el joven se perdió en la muchedumbre de la avenida.

viernes, 27 de marzo de 2009

RANOIAPARAN.

PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOIA PARANOI.............¡¡¡QUE ME AGARRA, QUE ME AGARRA!!!

viernes, 27 de febrero de 2009

La Vaca.

Como ahora que la realidad es simplemente una especie de tela hecha jirones, cuyos trozos están apenas unidos por un hilo muy fino, y parecen estar siempre a punto de separarse, echar a volar cada uno hacia una dirección distinta. Pero a la vez, siento que esa tensión que los mantiene al límite, es parte necesaria e indispensable del sistema. Y, como si de pronto notara que ese hilo delgadísimo y tenue ha atravesado mi cuerpo sin yo haberlo notado antes.

sábado, 3 de enero de 2009

Sábado.

Un escritor frente a su máquina un sábado por la mañana escribe todas esas palabras que no serán escritas por (ningún) otro escritor ese mismo día. Un personaje escribe el sábado siguiente las líneas en las que un músico compone una música que no quiere escuchar. Un cantante que habla el martes acerca de un poema cantado que nunca escuchó. Un poeta que compra un medicamento ese mismo jueves por un dolor que no entiende. Un médico que, dos semanas después, lee la historia de un cineasta que filma la historia de un hombre que no escribe por temor a comprenderse. Una mujer que muere ese mismo domingo. Una mujer que nace en los sueños de muchos hombres que la piensan. Un filósofo que cree comprender el dolor, temiéndole. 

miércoles, 23 de julio de 2008

NNs.

Comenzamos como pájaros. Picoteándonos solo por picotearnos. Luego fuimos tigres, o mejor dicho, yo lo fui. Y vos murciélago. Nos desparramamos uno sobre el otro como acuarela. Inventamos colores que duraron solo un suspiro. Falsificamos besos ajenos y reímos. Nos comportamos como estrellas que mueren y renacen en agujeros negros. Y cambiamos de dimensión. Nos desencontramos. Vos en Andrómeda, yo dentro del núcleo de un átomo de tierra en un planeta sin nombre. Fuimos altos y anchos. Maderas y metales. Telas ásperas pero duraderas, tan frágiles que casi no fueron telas y quizás intención. Inundamos el mundo entero con nuestra sangre espesa. Contamos cuentos con las manos. Y corrimos desesperados. Buscándonos. Alejándonos y acercándonos. Oliéndonos, sin vernos. Fuimos tiempo en la oscuridad, donde no existe el espacio. Todo eso y algo más hicimos. Todo, menos conocernos.

domingo, 20 de julio de 2008

Genealogía del sueño.

1. Un Dios que sueña un mundo posible, que sueña todos los mundos. Un hombre que sueña a un Dios que sueña un mundo en donde ese hombre sueña un Dios. Un libro, miles de libros soñados en donde el hombre es soñado por un Dios que le permite soñar a los hombres: la Biblia. Pero también el Kuran y los profetas de los sueños futuros. Y la Torah y la Kabbalah.

2. Hipnos, dios de los sueños. Hermano gemelo de Thanatos, dios de la muerte no violenta. Hermano de las Keres, diosas de la muerte violenta, amantes de la sangre. Hijo de Nyx, diosa primordial de la noche, nacida del propio Khaos. Sumiendo a los hombres en la oscuridad con su toque suave, mero imitador de su hermano mayor. Sueño y muerte como idénticos: un mismo objetivo, diferentes medios.

3. Homero, poeta ciego, contando desde su oscuridad los caminos de Morfeo, uno de los mil hijos de Hipnos. Dios que es hombre en el sueño de los hombres y en las palabras del poeta. Dios muerto por revelar los secretos del hombre.

4. Artemidoro y su Oneirokritiká: la interpretación del sueño de miles de griegos. La geografía, la cartografía y los sueños: un mundo de ensueño.

5. Del sueño como acto de reposo o irrealidad. Pero también como letargo, ambición o fantasía. De lo onírico como realidad maravillosa y ficticia. Del sueño como mera ilusión, como utopía inconsciente.

6. El sueño cartesiano. El filósofo dormido que sueña la intuición de la razón: "pienso (no sueño), luego, existo". La paradoja del sueño que permite el descubrimiento de un camino que me asegura que mientras dudo de la propia existencia estoy absolutamente seguro de que no estoy soñando.

7. Sueño de Calderón: la vida como sueño absoluto y el sueño como mero sueño. Calderón, en realidad Pedro Calderón de la Barca y Barreda González de Henao Ruiz de Blasco y Riaño, le escribe al mundo el drama existencial de creer en Dios y en la Razón en forma simultánea e imposible.

"¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño,
¡Que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son!"

8. Freud y el desenmascaramiento de los sueños. El viaje al mundo marginal: sexo e irracionalidad. Significado y símbolo. La inducción del sueño: hipnosis en busca del tabú, del pensamiento sagrado y prohibido que se esconde en lo profundo de la noche del sueño. El psicoanálisis como superador de Morfeo, dios de los sueños. El psicoanálisis como nuevo dios de los hombres.

9. Los sueños de Borges, el poeta ciego que también fue Homero y Milton. El hombre soñado que sueña un hombre en una isla. El sí mismo y el otro. El sueño de la ceguera y de los espejos. El poema del sueño de Kafka, que se sueña y lo sueña y la sueña. "Ein Traum", el único poema que Borges nunca corrigió: los sueños no se corrigen.

"(...) Seré todos o nadie. Seré el otro
que sin saberlo soy, el que ha mirado
ese otro sueño, mi vigilia (...)."

10. El sueño y el tiempo. Dalí y sus relojes chorreantes de irrealidad. El sueño como tiempo inaccesible a la mente del artista. Bretón y el sueño del arte impensado. Surrealismo que no es realidad pero tampoco es irrealidad, sino arte de ensueño y extrañamiento.

11. Fisiología del sueño: sus etapas y fases. Sus momentos. Nuevamente visión y sueño: "movimientos rápidos de los ojos" (R.E.M.) durante el sueño verdadero, el de lo insondable. Los ojos no bastan para observar lo soñado.

12. Lost Highway, Mullholland Drive, Inland Empire. El sueño en fotografías continuas. La pesadilla de la imagen en un mundo que parece sueño, en sueños que parecen el mundo. Lynch y el lenguaje onírico como mensaje al mundo de lo real.

13. La pesadilla de Goya. La misma que lo llevó a escribir con sus manos en las paredes, la que dibujó a Saturno y a los restos de su hijo. La pesadilla del perro en la arena, la de la guerra y la locura. El sueño de la vida del horror, el miedo real que llega al sueño. Capricho no. 43: "El sueño de la razón produce monstruos", al apagarse el reino de las luces es el reino de los sueños y sus monstruos el que asume el poder.

14. "Me dio sueño". El sueño como algo impersonal que me es impuesto. El sueño sin origen que llega y se adueña del tiempo. El sueño que impide la actividad y determina un final.
El mismo sueño que apaga estas letras.


domingo, 22 de junio de 2008

Do pesito.

A partir del día de la fecha, debido al INDEC y al Campo y a los '90 y a los gronchos que rompen los trenes nuevos esos hermosos con aire, para realizar un comentario negativo en el blog el señor Lector deberá abonar la suma de dos (2) peso ($) -$2 (dos peso)- para lograr la publicación del mismo.
Quedan Uds. notificados.

Lic. Ricardo Bauleo Berol / Arq. Mamfredo Bulacio Perez Marque'z.

miércoles, 18 de junio de 2008

Interferómetro.

interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro Soy un interferómetro...

viernes, 13 de junio de 2008

El dolor del artista.

Lo peor era el frío. No tanto la discusión, sino el frío. La discusión también era incómoda, sobre todo cuando ella argumentaba entre sollozos.
"No te importa más que vos", repetía ella y comenzaba una elegía que incluía todos los malos momentos que él le había hecho pasar en los últimos cinco años.
La escuchaba absorto, como viendo la escena desde unos metros por sobre sus cabezas. Cabezas que ahora se encontraban ladeadas, buscándose en la noche cerrada, apenas iluminada por resplandores sobre el asfalto.
"Vos no entendés mi sufrimiento", seguía ella con lágrimas en los ojos, quieta, detenida en ese instante de reproches que no encontraban respuesta. Para él todo era un eco, un silbido sordo que se escurría por los oídos y ascendía por el aire viciado hasta allí arriba desde donde sentía observarse.
Y el frío.
Frío metálico, húmedo, del que cala los huesos y anestesia los sentidos. Ese frío que era calor y dolor, que hacía presente cada parte de su cuerpo.
"Mejor lo discutimos en otro momento", se escuchaba decir él ahora, mientras intentaba el esbozo de una sonrisa que salía sardónica, lenta.
"Como siempre, evadís la discusión. Sos un cobarde, Marcos".
Y cómo podía ella llamarlo cobarde. Como si ella fuera ajena a su situación, a su estado indefenso. Porque ella podía verlo atrapado, presa de esa realidad inmóvil, inmediata.
Un frío eléctrico. De mil punzadas: finas, exquisitas, únicas.
Un frío único.
"Perdonáme", alcanzó a decir él, sin darle relevancia a su respuesta. Y pensó en lo verdaderamente relevante: los gritos de ella, el golpe a la cara y el volantazo, la defensa divisoria de la ruta y la plasticidad de la carrocería del coche. Hierro, cemento y carne se habían unido para dar como resultado esa escultura en medio de la nada, bañada por las luces que rebotaban sobre el asfalto.
"Perdonáme", repitió Marcos mientras se pensaba como parte de una obra de arte que incluía un eje de volante entre un bazo y un diafragma. Y recordó aquello del artista y el sufrimiento, de la creación desde el dolor y la pérdida.
Y se sintió volar, libre de los reclamos que seguían llegando desde el asiento de al lado.
Y ya no sintió más el frío.
Ese frío que era lo peor de todo.

viernes, 16 de mayo de 2008

Nada.

La primera vez que pensó en suicidarse se sintió valiente. Las siguientes veces ya no, mas bien exhausto de su vida anodina. Sí, anodina. Había conocido la palabra al pasar, durante un viaje en tren con su madre. El mismo viaje en el que un grupo de gente había matado a patadas a un punguista en el vagón de al lado. El acceso a una nueva palabra lo había impresionado más que la muerte de aquél chico. Era la muerte, nada nuevo al fin. Sentía su propia finitud como parte del juego en el que algunos quieren suicidarse, otros vivir, algunos que otros vivan y unos pocos, vivir para que otros se suiciden. "Los suicidas son todos cobardes", había escuchado decir a toda su familia durante toda su vida; aforismo que se seguía necesariamente del raro argumento de que la valentía era pertenencia de aquellos que se levantaban más temprano. No importaba, no se sentía cobarde. Era más bien una cuestión de estatismo, de rebeldía negativa. Era el árbol que subsiste a la inundación para secarse más tarde, solo. Un páramo que, en su caso, estaba lleno de gente, de ideologías y voluntades opuestas. 
Asfixiante. Así intuía su realidad mientras pensaba en la bolsa de nylon. Asfixiarse para acabar con la asfixia. Última simetría de una seguidilla de malentendidos en el que cada uno de sus vagos intentos por dar término a su vida se había asumido como torpezas propias de los años. De todas maneras, era algo secundario: nunca un suicida debe preocuparse por el qué dirán. Su muerte incluye la necesaria desaparición de todos los otros, caras que ya no miran más que la nada en que uno se convierte. Le gustaba recordar a Nerón, ordenándole a sus generales que se suicidaran para darle valor antes de su muerte. Él no podía pedir tanto, los anodinos no tienen derecho al reclamo. Son piezas gastadas, fuera de uso, listas para el desecho.
No había escapatoria. No haber tomado la decisión final, no haberla llevado a cabo con inteligencia, hasta el final, lo ubicaba ahora en un no-lugar. Un no-lugar en donde sus decisiones y deseos caían en el vacío más oscuro. Y todo empeoraba aún más. Era su madre la que venía, como todos los días, con la bolsita del jardín y el delantal. Era ver nuevamente su nombre sobre un fondo verde y blanco, una carátula de hilo bordado que no lo representaba en absoluto. Y seguir sus pasos: dos cuadras hasta el parque, doblar una hasta la vía, cruzarla lentamente por si el tren de las nueve le hacía el favor, doblar nuevamente y seguir otra cuadra hasta los brazos de la maestra, esa a la que querría contarle su nueva palabra, la que ahora no recordaba, la que era sinónimo de insulso, de insignificante, pero che, cómo era...

miércoles, 14 de mayo de 2008

Tragedia.

Sentimos la crisis, como el sordo murmullo del tren subterráneo que se acerca. 
Ya lo sabemos. Cada unos cinco años la crisis arremete. 
La necesitamos. 
La tragedia nos seduce allí donde seduce al suicida. 
Como una sirena a un marinero.
Aunque esa crisis no sea reflejo fiel de una problemática existente.
Aunque sea un síntoma sin enfermedad
O como una falacia verdadera
Como el eco de una estrella que ha muerto, pero aún viaja
Y una vez más el ciclo se cumple. 
La tensión será liberada.
Y naufragamos.

domingo, 4 de mayo de 2008

Bichi, perdon por lo k pasó la otra semna. K t parece si nos vemos mañana en el lugar de siempre a las (...)

Cabito se acomodó algo en la cintura. Subió las escaleras de la estación José Leon Suárez de una manera mecánica. Se esforzó para coordinar un paso luego del otro. Por subir… subir los pocos escalones, se detuvo antes de llegar al andén. Algo lo inquietaba. Una lata de gaseosa multicolor se freía en el piso. Se sobresaltó con el ronquido de un animal gigante en una caverna: era el tren. El anciano monstruo de metal llegaba lentamente. No era un tren. Eran ventanas, fierros, ruedas, caras de personas, olores a rancio, chirridos que se amalgamaban espontáneamente, pero que coexistían de milagro. Todo se puso negro por un instante, pero Cabito sabía que acabaría. El paco era su mejor amigo. Previsible. Sabía que los moretones en la espalda  le dolerían nuevamente en unos minutos. Con sus doce años, le era relativamente fácil moverse entre la muchedumbre de la masa trabajadora que inhalaba y exhalaba frenéticamente dentro del tren cada mañana a esa hora. 
El tren partió. Al principio se ubicó en el furgón. Se sentó en una de esas cajas de metal que hay en el suelo. Se sentía a salvo en medio de esa orgía de bicicletas colgantes. Esperaría unas estaciones más antes de hacerlo. Pensó que de todas maneras Héctor volvería a pegarle, le fuese como le fuese. Pero los diez pesos eran indispensables.
El tren se detuvo a intercambiar humanos un par de veces y por fin pensó que ya era hora. Se paró. Cruzó la puerta del vagón y entró en uno de pasajeros. Permiso, permiso, decía y se escabullía entre pantalones recién planchados y bolsos y maletines. Se paró contra la puerta del lado izquierdo, para poder escapar rápido. Una chica que parecia estudiante se paró cerca de él. Cabito la examinó. Tenía auriculares de los pequeños. Era un manos libres. Y seguramente el teléfono móvil estaría allí al final del cable, como un tesoro al final del arco iris. El tren se detuvo en Migueletes. La chica no bajaba. Era una buena oportunidad, pero de reojo le pareció ver algo que le erizó la piel. Un policía en el andén. “Alejáte de los ratis”, le había dicho Héctor minutos atrás por enésima vez en la semana. El policía estaba casi oculto detrás de la maraña de gente que subía y bajaba del tren, apoyado contra la baranda y con una sonrisa infantil, mientras su pulgar derecho tejía palabras en el teléfono. El niño decidió esperar una estación más. 
El tren se puso en marcha. Un golpe seco resonó en el vagón. Hubo algunos gritos. Cabito cayó al piso. No podía abrir los ojos por la sangre caliente que bañaba su cara. No entendía qué sucedía, le causaba risa. Sintió el piso contra el cuerpo. Sintió que le faltaba el aire. Estaba casi cómodo allí tirado, entre una multitud de personas que lo miraban horrorizados. Miró a su lado. Había un cascote y vidrios. Alguien había lanzado una piedra. Se tocó la cintura, el revólver no estaba. Una mujer gritó que había un arma y se produjo un revoltijo de gritos y cuerpos en el vagón. El tren continuaba en movimiento, alejándose de la estación poco a poco. Un hombre pateó el revólver debajo de un asiento y luego pateó la cabeza de Cabito. ¡Un chorro!, gritaba la misma mujer, ¡y está armado! Varios jóvenes se acercaron a sujetarlo. Cabito intentó zafarse, pero un puño golpeó con fuerza su estómago. Se dobló de dolor. No podía respirar. Se sintió solo. Muy solo. Alguien lo sujetaba del pelo con violencia. El tren se alejaba y Cabito pensó en gritar, en llamar la atención del policía. Pero otro golpe lo sacudió y lo arrojó contra la ventana rota. Comenzó a caer, desvaneciéndose hacia el piso. Por fin hacia el piso, mirando por el hueco del vidrio estrellado. Viendo la figura del policía que se alejaba y que aún no acababa con su mensaje de texto.

viernes, 2 de mayo de 2008

007.

Lo había visto en una de Sean Connery. Bond, pulcro, con su calma acostumbrada, enroscaba el silenciador en la 9mm reluciente. Lo hacía con desgano, como quien conoce con certeza las consecuencias inmediatas de sus actos. Sí, era en una de las de Sean Connery. Como él es que ahora F. se detenía a observar a su víctima. También sus manos sostenían el artefacto con gracia mientras giraba el extremo. Se tomó su tiempo, imitando a su personaje predilecto hasta en las pausas; gesto a gesto hasta la llegada de lo inevitable. Recién en ese momento terminó de desenroscar la punta del escobillón y le pegó a la rata con el palo en la cabeza.

jueves, 1 de mayo de 2008

La Espiral.

Elena leía el libro desde hacía más de media hora. Era uno de sus preferidos. No coincidía con la mayoría de los suyos en que su autor, James Joyce, hubiese alcanzado su punto culmine con Ulysses. No, ella estaba convencida de que los relatos de Dubliners eran los que valían por sobre el resto de su obra. Lo leía con fruición, una y otra vez, como intentando retener cada imagen, cada palabra. Como si cada una fuera un destello de sensibilidad que le permitiera trabajarlo luego como metal al rojo vivo y, ya sólido pero distinto, reproducirlo en el que sería ahora su texto perfecto. En su historia siempre a punto de ser escrita, un niño pequeño pero lo suficientemente grande como para que ella no pudiera soportarlo observaba un televisor antiguo, en el que una luz mínima emitía un silbido apagado, como de faro lejano.

La promesa de una imagen que nunca aparecía decepcionó a Facundo. Si bien intuía que aquel armatoste propiedad de su abuela no iba a permitirle ver su programa de la tarde en la mejor de las condiciones, la ausencia total de respuesta le parecía excesiva, aún para un televisor como ese. Pensó que podía pedir ayuda, pero seguramente su abuela no tuviera la más mínima idea de qué hacer. Había visto a su padre varias veces frente al televisor, un poco al costado, inclinar la cabeza mientras golpeaba con la mano derecha la carcaza llena de polvo. Decidido a solucionar el problema, se acerco al aparato dispuesto a imitar a su padre. Dicen que al recibir una descarga eléctrica durante un par de segundos uno siente hasta el último de sus órganos. Facundo percibió claramente su hígado, el bazo y el páncreas. Todo el sistema autónomo dijo presente al unísono mientras Facundo se desmoronaba inconsciente junto al televisor, que ahora sí mostraba borrosa la imagen del noticiero de la tarde.

El conductor miró a cámara y, con gravedad simulada, afirmó que en un choque en Beccar habían muerto cuatro o cinco personas. "Cuatro o cinco" dijo, y vio como el productor se desfiguraba en una mueca de horror. Durante el corte publicitario el conductor, con la mirada fija en la luz roja que se apagaba, comprendió instantáneamente que la muerte era absoluta, que sus juegos no comprendían las cifras intermedias, con decimales. "Se mueren cuatro o se mueren cinco, pero no se mueren cuatro o cinco, con la muerte no se jode, che" le gritaba el productor con la seguridad de los que perciben lo evidente. El conductor sabía que los llamados de los televidentes se iban a multiplicar, que los errores cometidos frente a muchos son los más fácilmente reprochables.

"Siempre lo mismo con esta mierda", pensó doña Ester mientras colgaba con violencia el auricular. Parecía imposible comunicarse con el canal durante las horas pico. Seguro que muchos otros que no tenían nada que hacer estaban llamando por lo mismo. Pero no era lo mismo. Su Alberto se había muerto luego de una agonía insoportable, tan insoportablemente como había vivido. Era ella la que había esperado hasta su último suspiro, la que conocía realmente a la muerte. Sola, impotente, con el repasador en las manos, se levantó de la silla y se sostuvo en la mesa para dar el primer paso. El dolor de la artrosis era irreal, como un poquito de la muerte a la hora del té. Doña Ester caminó hasta la puerta del patio. Con lentitud pero con decisión visualizó el camino de hormigas que circundaba la heladera. Lo siguió hasta su extremo donde una hormiga, quieta junto a una miga de pan, permanecía detenida con una hoja entre sus patas delanteras. Justo ahí aplicó el pisotón demoledor.

Elena, enfrascada en su lectura de Joyce, como ajena al ir y venir de todas sus compañeras, no pudo soportar el peso de la pantufla.

martes, 29 de abril de 2008

Un día sucedió.

Y un día sucedió. El Campo cobró vida, mejor dicho, tomó el valor de actuar de una vez. Y se puso de pie. Una especie de ola verde se irguió contra el horizonte pampeano un atardecer. Los árboles comenzaron a caminar. Las hileras de cultivos comenzaron a reptar por la ruta 9 hacia la gran Ciudad. Llegó alrededor de las 2:35 am y entró por la zona del delta del Paraná, y al sur, desde Ezeiza. Algunos medios se hicieron eco de lo que estaba sucediendo, pero la trascendencia de la noticia no logró hacer pie en las profundas y oscuras aguas de la madrugada.
Entonces El Campo penetró en la ciudad con su mienbro de pasto, barro y brotes de soja. Y cada edificio fue cubierto de césped. Los pájaros tomaron los semáforos y los castores las alcantarillas. Algunas ruedas de carretas rodaron fuera de control por Avenida de Mayo hacia el río, casi festejando. Y así es. Ahora así estamos, escribo estas palabras con esta extraña computadora de madera y semillas. Pero sé que puede ser cuestión de tiempo. Porque pronto va a amanecer y se que la Ciudad puede recuperar lo que ha perdido. 
Aunque quizás ya no quiera despertar.

lunes, 28 de abril de 2008

Vida reversible.

Mauricio, amigo de Edgardo, número 5 de "Los Comechingones retraídos" (equipo de fútbol de C.A.G.A.R.S.A) nunca había visto su imagen en un espejo. Con 30 años recientemente cumplidos, no era fácil para él soportar semejante verdad. La mayoría de sus rasgos correspondían a recuerdos bastante claros: la marca sobre la ceja derecha: aquel partido de tenis en que su primo y pareja de dobles desfiguró su raqueta de cerámica y titanio contra su cara, el tabique un poco torcido luego de ese infortunado arrebato de líbido en que hundió su mano izquierda en las nalgas de Rosita, la gorda del club, y otras marcas... Pero había allí algo que no le cerraba. Casi todo estaba en su lugar. Pero no era suficiente. Una arruga encima del labio superior. Casi al borde de la comisura derecha... Finalmente decidió tomar el toro por las astas: comenzaría a vivir su vida de manera regresiva, hasta toparse con el momento preciso en que se había hecho esa marca. Salió del espejo caminando hacia atrás. Cerró la ventana. Y se sentó en la cama. Volvió a acostarse en la cama. Y apagó la luz.
Al principio fue duro, muy duro. No le era fácil reconstruir su vida. Las dificultades se presentaban de manera motriz y dialéctica. Devolvió cada fruta y sachet comprados a las góndolas del supermercado. Retiró besos. Devolvió sueldos, trofeos y te amos.
Los días pasaron. Hacia adelante y hacia atrás. De a poco aparecieron los resultados. El partido de tenis, el culo de Rosita, las fuertes preocupaciones del estudio nocturno y las patas de gallo, y así.
Pero Mauricio no lograba dar con esa marca. 
Continuará...

sábado, 19 de abril de 2008

miércoles, 16 de abril de 2008

Biper.

El día en que Edgardo se tragó el biper no estaba nublado. Era un día diáfano, con esa brisa que es a la vez fresca y seca, a la que los italianos llaman libeccio.
No importa, el caso es que Edgardo se había tragado el biper y nadie sabía cómo ni porqué.
Se pensó primero en que había tenido una distracción, un desliz motor de sus miembros superiores y su faringe en forma simultánea. Otros propusieron su característica introspectiva, su tendencia a la interiorización.
No importa, el caso es que Edgardo se había tragado el biper y ahora esto era un problema para todos.
Algunos quisieron mantener la normalidad y ni le preguntaron como se sentía, otros se esmeraron en conocer al instante sus sensaciones, su ritmo gastrointestinal, sus sueños telecomunicacionales. Pero Edgardo no pensaba en nada en particular, nunca había tramado este desenlace, era una mera adquisición de lo externo.
No importa, el caso es que Edgardo se había tragado el biper y ahora compartía su ser, su yo con un objeto pequeño y digital.
Los primeros días Edgardo no percibió ningún síntoma. La comida se digería bien, el sueño no se le turbaba, el cuerpo le respondía de forma adecuada. Pero un día, aburrido, decidió llamar al número del biper y dejar un mensaje.
Y el biper vibró.
Y Edgardo sonrió: la sensación vibratoria a nivel del epigastrio era la experiencia más maravillosa que le había sucedido. Y entonces Edgardo llamó de vuelta.
No importa, el caso es que Edgardo se había tragado el biper y todos intentaban extirpárselo.
Algunos sugirieron la cirugía a cielo abierto, otros la vía endoscópica. Los más osados persiguieron al hombre vibrante con objetos afilados, los nihilistas lo ignoraron. Pero Edgardo evitó el contacto humano y se encerró a disfrutar de esas vibraciones orgásmicas que lo elevaban por sobre todo y por sobre todos. Y fue feliz, sujeto-objeto que vivió el día a día en la más clara de las revelaciones.
No importa, el caso es que Edgardo se había tragado el biper y en el mes de agosto le llegaron $1800 de teléfono.
Y Edgardo los pagó.

De a poco, caminando en filita hacia la coherencia final.

Sí, sí. Se puede ser un pueblo coherente.
Nuestra Presidenta es el más fiel reflejo de nuestra imagen como pueblo. Axeptémoslo. Al menos les aseguro que alrededor del planeta así se nos veía antes de que ella se corporizara cual golem. En este caso, somos todos rabinos, la arcilla está hecha de frustración, egoísmo y también potencia, prepotencia, talento, inteligencia y una enorme pulsión de muerte tanguera.
Y sepámoslo.
Hoy estamos juntando más arcilla, porque se empieza a dibujar sobre el horizonte nuestro próximo arquetipo. En la frente podrá leerse la frase que le insufle la vida... "Daniel Scioli".

viernes, 11 de abril de 2008

Canto pri para matar

Una asociación estadounidense de cazadores y pescadores ha elevado una queja ante la ONU por el calentamiento global. Parece que la población de venados y ciervos en los parques nacionales se esta viendo reducida severamente debido a la desertificación y desforestación.
Nosotros, Gonzalo Perez Verol y Federico Rubén Gonzáles, suscribimos a la moción y pedimos, aunamos nuestra voz en un único grito heroico: basta de contaminación. Nosotro queremo matar de uno o varios disparos a los ciervos y venados anque cualquier bicho que camine antes de que lo gase lo hagan.

Quede la ONU notificada.
Charlton Heston ha muerto. ¡Viva Charlton!

martes, 8 de abril de 2008

Vida y obra de Aldo Tapia.

Una biografía a manos de Federico Pérez Verol y Marco P. González.

La razón que llevó al Emperador Shih Huang Ti, rey de Tsin, a edificar la casi infinita muralla china, no fue la de una súbita e irrefrenable pasión por la arquitectura, sino la construcción de una vasta defensa contra los bárbaros.
Asimismo, el prematuro acercamiento de Aldo Tapia a la creación de estructuras se debió, fundamentalmente, a la búsqueda de una comprensión de sus conflictos más íntimos.

La capacidad de Tapia para atravesar paredes ya había alcanzado cierta notoriedad cuando la noticia llegó a nuestros oídos. Inmediatamente lo citamos en Scoozi para dialogar al respecto.
Hombre significativamente calvo, de baja estatura y “católico de la primera hora” como a el le gustaba definirse, Aldo Tapia se conscientizaba de su habilidad durante el transcurso de su cursada de tercer grado: "la maestra me mandó al rincón por molestar durante la hora de Matemática. Yo le obedecí al instante y me paré lo más cerca de la pared posible. No me di cuenta de mi paso a través del tabique hasta que me vi de frente a la clase del 5° “C”, que estaba en el aula contigua a la nuestra. Nunca olvidaré la cara de asombro de todos ellos”. Si bien Aldo siempre se jactó de no utilizar su destreza para el hurto o de haberse convertido con el tiempo en un experto desenmascarador -sic- de laberintos, también tuvo siempre bien presentes sus limitaciones: su incapacidad para participar en un juego de escondidas o para colgar un cuadro.
Llegando al tercer lustro de vida, Tapia participa en un certamen de construcciones con arena. Debido a su pésimo estilo arquitectónico su obra no obtiene mención alguna, pero se mantiene incólume en la playa durante casi una semana. Evidéncianse así por vez primera las facultades constructivas de nuestro protagonista. Basándose en este acontecimiento, Aldo Tapia publica -con tan sólo dieciséis años- el que sería su más logrado texto: La Antiestética perdurable, mediante el cual lograría el reconocimiento de los más renombrados arquitectos de la metrópoli. “El íntimo conocimiento de cada pared que atravesaba y el placer que esto me provocaba me llevaron a querer conocer hasta el último milímetro de sus estructuras. Esto me daba una clara ventaja frente a mis futuros colegas. Fue así como descubrí las dificultades que me ocasionaba pasar a través de las paredes de barro o adobe”. Sin embargo, este contratiempo le otorga a Tapia la posibilidad del manejo del material, -es decir, le evita el repetido traspaso involuntario a través de cada pared que construye, y la consiguiente pérdida de tiempo y energía que esto significa-, asumiendo la utilización del lodo -componente infranqueable para Tapia- como único elemento para sus construcciones. Ahora bien; es sabido que este último no es un material noble para la construcción, por lo que Tapia se aboca de lleno a la resolución de una obvia contradicción: la imposición de un estilo arquitectónico mediante el empleo de un elemento de tan frágil sustentación como el barro.
Ya adulto, Tapia realiza un descubrimiento que cambiará el rumbo de su vida: la ecuación matemática que -a su juicio- le permitirá determinar la fecha de derrumbe de sus barrosas obras exactamente un año después de su muerte: “la más noble manera de evitar angustias innecesarias y falsos remordimientos”, según el talentoso creador1; soslayando también de esta manera el estudio de conceptos básicos de la arquitectura estructural, verbigracia: los cálculos de la resistencia del hormigón armado. Al llegar a este punto es conveniente una aclaración que con seguridad el lector perspicaz reclamará: para asegurarse de que la data del colapso del edificio en cuestión fuese veraz, Aldo Tapia decide autenticar la fecha de su óbito -imprescindible para la correcta resolución de la fórmula- llevando a cabo una proyección de su suicidio para ese día. "Siempre pretendí anteponer el arte a mi vida. Mishima y Rimbaud lo intentaron; yo los vindicaré lográndolo.”
Meses más tarde -y ante la expectativa general- Tapia inicia la construcción del primer rascacielos criollo, el edificio K-Van Gogh2. Su obra maestra de 110 metros de altura exhibe una fuerte verticalidad a la vez que una clara lectura horizontal. El mismísimo Le Corbusier -en tránsito por la maison Ocampo- afirmaba: “el coronamiento mediante una mansarda, también compuesta por una sucesión de planos, ostenta claras referencias de la arquitectura académica francesa”.
En el transcurso de los años subsiguientes, Tapia imagina y erige junto a Jorge Kalnay -racionalista de renombre- el Maison Garay en el barrio de San Telmo y el edificio Schaffhausen.
Sin embargo, y pese a su creciente prestigio, Tapia comienza a ser presionado por los entes reguladores y por sus propios colegas (no sin razón, recordemos la absoluta ilegalidad de sus edificaciones) al punto de verse obligado, al cabo de un tiempo, a abandonar su país natal de riguroso incógnito: "no me interesa el reconocimiento masivo, sólo la significación de mis construcciones. Por otra parte, creo que es el momento adecuado para un cambio de aire: la inserción en una cultura diferente no me vendría nada mal.” Con seguridad no resultaría a nuestro amigo engorrosa su fuga, dada su innata capacidad para traspasar paredes y su vasto conocimiento de la ciudad y sus bocas de salida. Una tarde cualquiera Aldo Tapia se alejaba de Scoozi, de Buenos Aires y de nuestras vidas.
Podríamos afirmar, sin dudarlo un instante, que Tapia fue el baluarte fundamental en la formación de un nuevo concepto arquitectónico. Creemos que su comprensión de la vida como mera excusa para la creación artística es sólo comparable a la pasión de las pesadillas de Poe o de Kafka.
No sabemos de un mejor elogio.

Buenos Aires, febrero de 1989.

Posdata de abril de 2008. La adquisición casual -en la Gare du Nord de Paris- de un fascículo de la National Geographic nos regala una extraña satisfacción: transcribimos textualmente un fragmento de una reseña acerca de los aborígenes de la isla Maèwo, perteneciente a la República de Vanuatu (Nuevas Hébridas): “(…) El crecimiento demográfico de la tribu se ve acompañado por una notable proliferación en el número de viviendas (chozas) y una increíble evolución arquitectónica en el lapso de los últimos años. (…) Es de destacar también la sorprendente calidez de sus formas y la solidez de sus estructuras, las cuáles se mantuvieron indemnes aún luego del “tsunami” que devastó las costas de Oceanía el último año …”.

Suponemos a nuestro arquitecto amigo.


1 … y la debida penalización por parte de la justicia (Nota de los autores).
2 Claro homenaje al pintor holandés, que derivaría primero al poco feliz nombre de Kavangagh y más tarde al de Kavanagh.

Vida y obra de Ángel Thompson.

Una biografía a manos de Federico Pérez Verol y Marco P. González.

Sin duda alguna, introducirse en la trayectoria artística de Angel Thompson resulta una experiencia deslumbrante y sugestiva. Su obra, inasiblemente ignorada por la crítica y muy celebrada por familiares, representa una de las más importantes influencias del arte dramático de los últimos tiempos.
Aún hoy, luego de su deceso -a causa de una fulminante dispepsia evocamos aquella tarde de mayo en que lo conocimos en un café de la calle Corrientes.

Nacido un 24 de agosto de 1945 en el barrio de Balvanera, Angel Thompson contaba por aquél entonces 51 años de edad y 20 dentro del mundo de la actuación. Hombre de características mondas y de capital aspecto pelirrojo, Thompson mantuvo siempre su voz grave y cuajosa, proveniente de su labor de catador full-time en una factoría de bebidas carbónicas.
Relatábanos con su habitual sencillez por aquellos años: "siempre sentí que tenía una fuerte vocación para la actuación”, o bien, “nunca quise estudiar para no perder la originalidad. Espero la oportunidad de mi vida”.
Integrante de la Compañía actoral de la E.C.P.D.B.N.T.[1], entre sus más destacados papeles teatrales aparecen el de un extrovertido árbol en “Hamlet” o su voz en off en “Shhh”, como actor invitado del grupo de mimos de la planta de distribución.
Ferviente admirador del método de Stanislavsky, Thompson se presenta por vez primera a una prueba actoral en busca de una participación como doble del actor Miguel Angel Solá en un largometraje dirigido por Aaron Bouchard. Es así como el día fijado Thompson presenta su atrayente unipersonal: “Miguel Angel Solá y remeramedioponer”, mediante el cual lograra un importante parecido al anteriormente citado en una situación análoga.
Ante el rotundo rechazo por parte del staff (dicha situación de remeramedioponer no se presentaba durante el filme), Angel Thompson da claras muestras de su entereza y; no sólo no se deja subyugar; sino que decide adoptar el nombre artístico de “A. Thhompson” y jugar su carta más valiosa.
Nos consta que por aquellos días, el Primer Asistente de Dirección refería de esta manera la situación allí acaecida: "en el fragor de las pruebas el nombre de Angel Johnson Jr. quedó en el olvido, hasta que el día 14 de junio de 1977, 350 postulantes después, tomé una solicitud y leí su nombre a viva voz (tengo un interesante registro): -¡Johnson!- sin recibir respuesta alguna a mi llamado. La tercera vez que lo nombré; ya a punto de desistir; comenzamos a escuchar un débil chirrido...”. (A partir de aquí tomamos el hilo del relato, con la intención de otorgar un carácter más literario y de sintetizar el viciado relato del Asistente). Ante los ojos de los allí presentes, una mesa con rueditas ingresaba al estudio, se detenía al golpear contra una de las paredes, y una misiva se deslizaba por debajo del mantel. En ella se anunciaba la presencia de la más ilustrada representación de Miguel Angel Solá, jactándose de ser su mejor doble en el momento en que éste se encontrara debajo de una mesa.
Meses más tarde, durante un sabroso coloquio mantenido con Thompson en el cafetín Bayern (léase Baviera) éste calificaría como la mejor su interpretación realizada en el filme: “El día que René vió la luz, renegó”. Sin embargo, una gloriosa interpretación tuvo su parte negativa: fue encasillado en el papel de mesa. Si bien dicho encasillamiento le aproximó una serie de nuevos trabajos, ninguno de ellos alcanzaría ribetes de excelencia como los de “El día…”. Quizás, a nuestro juicio, su única actuación postrera comparable fuese la del filme “Ñll, el carismático hombre de las cavernas”, en la que Thompson encarnara al antagonista de “Ñll” en la celebrada escena final de su muerte a manos de la accidental e innecesaria caída de una roca sobre su cabeza (Premio del Jurado al mejor maquillaje en el “V Festival de Cine de Río Cuarto”: colosal labor de Aníbal S. Transformando a nuestra célebre mesa en una creíble y riesgosa roca rodante).
Para finalizar dicha reseña sólo nos resta remitirnos a aquél gran creador de misceláneas; Jorge Luis Borges; quién se refiriera de la siguiente manera al exquisito histrión en un escrito incluido en su obra Nuevas Inquisiciones: "como Brando, como Welles, como Penn, Thhompson es de aquellos venturosos que pueden prescindir de la aprobación de la crítica y aún, a veces, de la del público, pues el agrado que nos proporciona su trato es irresistible y constante”.

[1] “Etiquetadores y catadores de productos de desecho de bajo nivel tóxico”, sección que se jactaba de poseer la 3° compañía en importancia de la planta de producción.

De por qué los argentinos nos subimos a automóviles y aceleramos hasta hacernos concha contra algo.

El tránsito vial es nuestro discurso. Nuestro reflejo. Conducimos mal, pero creemos que conducimos bien. El primero gana. El más rápido gana. No nos trasladamos, salimos a la cancha. Es cierto que son sexys el hierro y la sangre, ya lo mostró Cronenberg en Crash. Y que somos un pueblo caliente. Pero también melancólico, fatalista y mortalmente talentoso.
Nos matamos porque se nos da la gana.

sábado, 5 de abril de 2008

Corpus Christi.

La hostia en manos del padre alcoholizado pensaba que era lógico que, a la hora del reparto, no hubiese querido ser la-sangre-de-Cristo. El solo hecho de pensar en sangre siempre le había dado demasiada impresión, como si implicara un regodeo innecesario en los suplicios que sufriera su dueño-amo, también conocido como "cordero de Dios" o algo así. En el otro extremo de sus preferencias, representar el papel del cuerpo-de-Cristo desde un principio le había parecido adecuado para sus características personales. No es que se interesara obsesivamente en las apariencias físicas (aunque, vamos, a quien no le gusta el blanco inmaculado, la fragancia del vino dulzón y la circunferencia perfecta), sino que la propia noción de "cuerpo" es la que para ella implicaba un bagaje conceptual complejamente seductor. Si bien había escuchado a un monaguillo levemente hereje discrepar con el padre (durante uno de los momentos sobrios de éste) acerca de la dicotomía cuerpo-alma sostenida por el pensamiento religioso, estaba de acuerdo en que recién con la llegada de Merleau-Ponty y su fenomenología es que se había logrado pensar al cuerpo como algo que se es y no sólo como que se tiene. Sí, algo quizás extraño y hasta chocante para el feligrés devoto: como hostia cristiana no asumía (no se asumía) como cuerpo extraño a la yoidad, al ser en su totalidad. Para ella, los límites planteados por Descartes hace casi cinco siglos se habían desdibujado. Cuerpo y alma se integraban en ella de forma no perecedera (al fin y al cabo, no dejaba de ser una especie de alimento), sin dicotomías ni distinciones. Pensaba en esto férreamente, con la calma de los que se saben en la senda de la verdad. Y no sólo eso, se sentía en condiciones de transmitirlo al mundo, de renovarse como profeta de la fe, de la paz, de la justicia: un mundo nuevo era posible y ella, la hostia del amor y de la hermandad, era la encargada de sembrar la semilla del conocimiento en todo el planeta. Sí, pensaba en esto férreamente, feliz. Pensaba en esto justo unos instantes previos a ser deglutida por Jorge de Balvanera a eso de las ocho menos cuarto del domingo.

jueves, 3 de abril de 2008

Breve grabación en un cassette encontrado en un cajón de Cáritas en una iglesia de Berazategui.

00:10 hs.
(Ruido de inicio de grabación) (voz masculina aguardentosa) Hola, hola...mmm, esta garcha (sic) no funca papá.
(Murmullo de gente ininteligible en 2do. plano).
00:25 hs.
(Voz del inicio, desde ahora: Sujeto "A"): Che, esta mierda que nos mandó Cáritas no va ni pa trá, ni pa delante... (Las voces del fondo se asemejan a cantos).
00:40 hs.
(Sujeto "A"): Buah, lo apago, mandálo de vuelta, algún gil lo va a agarrar. (Ruido de botones) ¿Se apagó?
(Voz masculina aflautada: Sujeto "B"): Mmm, sí señor, parece que se apagó. Lo junto con las otras cosas de nuevo. Lo dejo en la capilla, alguien lo usará, al menos como radio.
(A partir de aqui el volumen decrece notablemente, es posible que el aparato grabador haya sido depositado en un cajón o símil, más lejos de los sujetos "A" y "B").
00:50 hs.
Ruidos presumiblemente de una silla. (Sujeto "A"): Ffffff, ¿qué hora es?
Sujeto "B": Las seis menos dié. Bueno, voy a buscar el nuevo envío de Cáritas...
Sujeto "A": Pasame el papel antes de irte.
Sujeto "B": ¿Cuál papel, señor?
Sujeto "A": El sermón, ganso.
01:20 hs.
(Ruidos de papeles).
02:50 hs.
Sujeto "A": Empezá a escribir de nuevo... y rapidito. Se nota que lo perdiste. ¿Cómo se puede ser tan pelotudo? Hacélo de nuevo, te tenés que acordar, lo hiciste vos...
03:24 hs.
Sujeto "B": Señor... no lo recuerdo... pero hoy es el día de San Ignacio... puede hablar de eso.
Tenía que ver con San Ignacio... no es tanto, son unos minutos y despues los pone a rezar...
03:40 hs.
(Sujeto "A"): La concha de tu madre che (a partir de aquí la voz suena ininteligible durante unos minutos).
04:50 hs.
(Sujeto "A"): No puede ser que no te acuerdes... no puede ser.
05:00 hs.
(Sujeto "B"): Padrecito... lo bajé de internet. Le juro que el que lo escribió es Christian Werner, usted lo conoce y respeta tanto...
05:10 hs.
(Sujeto "A"): Ya fue, traéte un Malbec del cuartito. Y ya que estás ordenalo un cacho.
(Suspirando) Estoy harto, ¡Harto! ¿Me entendés?, de tener que dar la misa en pedo una o dos veces por mes. Me voy a cagar el hígado y ahí si me vas a pagar vos la obra soc...
(la grabación es interrumpida).

Fin de la desgrabación.