jueves, 3 de abril de 2008

Una geometría de la paradoja.

Siguiendo las sabias disquisiciones del Ingeniero Berón nos aproximamos una vez más a una de las encrucijadas más comunes de la historia de la ciencia y del pensamiento en general: el de la paradoja. En este caso, la paradoja "de aquél que mide con el instrumento que garantizará su propio funcionamiento medidor" actúa como un stop en el razonamiento deductivo habitual del querido Ingeniero. Ya desde Descartes las falacias se disfrazan de paradojas para dejar escéptico al auditorio ávido de nuevos pareceres: es, según éste, un Dios perfecto el garante de la evidencia y verdad del "cogito, ergo sum" ("pienso, luego existo"). Sin embargo, la afirmación de que Dios es perfecto y existe es justificada por Descartes desde su evidencia y verdad intrínsecas. Así, la circularidad del argumento nos hace muy difícil su aceptación y nos permite no concurrir a misa durante el partido del domingo.
Conclusión: la paradoja utiliza el lenguaje de la geometría para expresarse: es en sí misma una encrucijada, de forma circular en muchas ocasiones y, como bien lo sufre el Ingeniero, en forma de "muro de contención  de silogismos" en muchas otras, es decir de una recta con ladrillos.

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